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Serrat en Córdoba: un adiós sin lágrimas pero con mucha emoción

El eterno Joan Manuel Serrat cerró anoche su historia sobre los escenarios en el máximo estadio cordobés. Fue una fiesta

Cantó todo lo que se suponía que iba a cantar. Aquellas pequeñas cosas, Cantares, Lucía, Aquellos locos bajitos, Algo personal, Penélope, Fiesta. Pero seguramente lo que más recordará el público -mayoritariamente local- que anoche bramó el estadio Kempes -que mucha gente sigue llamando, como era antes, el Chateau, o mejor, el Sható– es lo que Serrat dijo entre canción y canción. Sobre todo aquello que hablaba de la localía. Por ejemplo, aquello de que este lugar es tan mediterráneo como el mar a orillas de su Barcelona natal. Esto vendría a ser su Mediterráneo, bromeó, pero “sin paella y con cabrito”. A la gente le encantó el guiño y a él también. Porque íntimamente sabe que casi ningún extranjero es más argentino que lo que ha llegado a ser, a más de 50 años de su primera llegada al país.

De ahora en adelante todo es futuro”, señaló en un momento y allí le puso poesía a sus dichos. Un grande.

Claro que se ocupó de sacarle dramatismo a esta despedida suya. Si la vida le hubiera dado el out, hubiera sido otra cosa,  dijo y tuvo razón. “Claro que ustedes habrían salido ganando”. Ese público, admitió el mismo Serrat, habría dicho: “Fue en Córdoba, yo estuve allí y lo vi despatarrarse por el escenario”…

Sobre el final aconsejó, sabio: “Traten de ser felices”. Y porque “todo lo que empieza, termina”, según dijo con acierto y de alguna manera con resignación, en un momento se fue.

Terminó un acto más y ahora viene Buenos Aires. Allá va Serrat, subiendo la cuesta, una vez más.

 

Un informe de Telefé Noticias previo al show: