Cantó todo lo que se suponía que iba a cantar. Aquellas pequeñas cosas, Cantares, Lucía, Aquellos locos bajitos, Algo personal, Penélope, Fiesta. Pero seguramente lo que más recordará el público -mayoritariamente local- que anoche bramó el estadio Kempes -que mucha gente sigue llamando, como era antes, el Chateau, o mejor, el Sható– es lo que Serrat dijo entre canción y canción. Sobre todo aquello que hablaba de la localía. Por ejemplo, aquello de que este lugar es tan mediterráneo como el mar a orillas de su Barcelona natal. Esto vendría a ser su Mediterráneo, bromeó, pero “sin paella y con cabrito”. A la gente le encantó el guiño y a él también. Porque íntimamente sabe que casi ningún extranjero es más argentino que lo que ha llegado a ser, a más de 50 años de su primera llegada al país.
“De ahora en adelante todo es futuro”, señaló en un momento y allí le puso poesía a sus dichos. Un grande.
Claro que se ocupó de sacarle dramatismo a esta despedida suya. Si la vida le hubiera dado el out, hubiera sido otra cosa, dijo y tuvo razón. “Claro que ustedes habrían salido ganando”. Ese público, admitió el mismo Serrat, habría dicho: “Fue en Córdoba, yo estuve allí y lo vi despatarrarse por el escenario”…
Sobre el final aconsejó, sabio: “Traten de ser felices”. Y porque “todo lo que empieza, termina”, según dijo con acierto y de alguna manera con resignación, en un momento se fue.
Terminó un acto más y ahora viene Buenos Aires. Allá va Serrat, subiendo la cuesta, una vez más.
Un informe de Telefé Noticias previo al show: